lunes, 29 de abril de 2013

EL HOMBRE DE LA CÁMARA


EL HOMBRE DE LA CÁMARA, de Dziga Vertov 1929

La película, en blanco y negro, comienza con las imágenes de una sala de cine, el acomodador pone a punto los asientos, la pantalla, las bobinas de película y la cámara, entra el público, se apagan las luces, se prepara la orquesta y se abre el telón. Empieza una película dentro de la propia película, ésta no tiene actores principales, ni un argumento concreto, aunque sí tiene un tema: la gran ciudad. Durante una hora el director nos muestra un sinfín de imágenes que pertenecen a la ciudad de San Petersburgo, podría decirse que es un documental de la ciudad, montado como un collage, a base de imágenes yuxtapuestas. Las primeras muestran a la ciudad tranquila, despertando, incluso estática: una calle, un perro, una ventana, una chica dormida, poco a poco la ciudad y los planos van cogiendo un ritmo trepidante y por los ojos del espectador pasa hasta el último rincón de la ciudad: tranvías, fábricas, viajeros, trabajadores, peluquerías, chimeneas, casas, caras, personas, pies, bicicletas, escaleras, ruedas, deportes, coches, trabajos, tiendas, playas, aglomeraciones, moviento, velocidad, máquinas y más máquinas. 

El hombre de la cámara podría ser el único protagonista, al principio se le ve tímidamente, reflejado en los cristales y escaparates de la ciudad que graba, luego ya se muestra sin miedo, él y su cámara. Incluso hay momento en que se le ve filmando, como cuando van las chicas en el coche, y vemos las dos versiones: las chicas en el coche (la que él está grabando) y él grabando a las chicas (hay otra cámara externa). Por eso da la sensación de documental, porque vemos al cámara y somos conscientes de que es una grabación real en directo (o eso quiere parecer).

Es muy bueno el juego que hace con el ojo de la cámara y el ojo humano, va intercalando imágenes de ambos a lo largo del film hasta que se funden en una sola ,que de hecho es el último plano. 
Si la mitad de la película son imágenes, la otra mitad es música, en todo momento va en perfecta sintonía, marcando el ritmo y reforzando las ideas que expresan las imágenes. Por ejemplo cuando vemos el registro civil de bodas y las imágenes de una novia, suena la marcha nupcial de Mendelsohn, brillante y alegre. Cuando acto seguido aparecen los papeles de divorcio, suena una variación de esta misma marcha, desfigurada, en modo menor y con un carácter mucho más oscuro.Otro detalle en cuanto a la música es que la percusión también se identifica con la ciudad, ya que los instrumentos convencionales están mezclados con sonidos de objetos metálicos y cristales.

En la mayor parte de la película la fuente de la música es exterior a las imágenes, es música ambiental, sólo en momentos puntuales el director nos hace partícipes del sonido de la ciudad y nos permite escuchar de forma diegética (se producen dentro de la película) las campanas, las voces de los viajeros en la estación de tren o el sonido de la ambulancia. 

Sin duda esta película es una obra maestra del montaje, me ha recordado a otra de un estilo parecido: Koyaanitqatsi, dirigida por Godfrey Reggio y estrenada en 1982, que hace referencia a la relación del hombre con la naturaleza y es un alegato en defensa del medio ambiente.

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